Se viene encima el día 23, el frío es relativo, podría decirse que ésto no es invierno, o no el invierno conocido, las luces navideñas brillan sin mayor preocupación. Las calles hablan, un hombre tocando el acordeón, una mujer sin piernas pide con un cartel con forzadas faltas de ortografía. Todo sigue igual, lejos de casa.
Es el momento de marchar, a la vuelta el del acordeón ya no llevará ese ridículo gorro de Papá Noel, ni tocará esos cutres villancicos -o eso espero-, y de la otra será lo que quiera ser, y sinceramente no me importa, ni a vosotros tampoco, aquí no me ha traído ni nada ni nadie, he venido yo, y por lo mismo que he venido me voy.
A quien quiero engañar diciendo que no pensaré en éstas vacaciones, porque de eso sólo tienen el nombre, tendré que hacer números, muchos, y algunas letras, para que no pasen envidia, y no se como, pero tengo que deshacerme del estrés que tengo encima. Por el momento haré lo que me parece acertado, despedirme de ella como se merece, ésto no es un adiós, es un hasta pronto, nos vemos en enero, te echaré de menos, Barcelona.
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