viernes, 5 de abril de 2013

Frío

Como las últimas coleadas de un invierno en plena primavera, en mitad de la intemperie de la realidad y los recuerdos de lo que nunca fue y podría haber sido. De la oscuridad y sus miedos, sus reproches, su inquietante sonrisa que hace pensar que el plan siempre fue así, y así ha ido.

Hablo de las necesidades creadas de la nada pero que parecen haber llegado para quedarse. De la anodina normalidad humana que arrasa por donde pasa, sin dar explicación alguna, cobrándose todas y cada una de las palabras escritas a destiempo, revolviendo lo más profundo del cajón de lo visto, dicho y vivido, querido y odiado, amado y detestado. Pesando un millón de soles en un rincón del corazón que nunca tuve y que quiso comenzar a sentir de repente.

Valiente estúpido, valiente ignorante con ganas de probar la ruina de los mortales, aún sabiendo que la amargura siempre acompañaba a los finales. Nunca confiaste en llegar a tal medida hasta que no la tuviste encima. El principio del fin, el final del principio, el atardecer pensado pero no esperado, la realización de los miedos más hablados.

El escalofrío que sube hasta la nuca y se pierde en algún lugar de la cabeza. Que recuerda estar vivo, por suerte o por desgracia, y que puedes seguir chocando contra muros bien asentados en un intento de rellenar un hueco antes inexistente o dedicarlo todo al sabio arte de la negación de lo evidente.

Y es que, amigos míos, aquí no ha pasado nada.

"¿Sufre más aquél que espera siempre que aquél que nunca esperó a nadie?" 
Pablo Neruda

No hay comentarios:

Publicar un comentario