Todos hemos nacido en un momento determinado, y como somos muy especiales, tenemos la manía de numerar cada instante de nuestra existencia sobre la faz de La Tierra.
La edad es una característica impuesta. Será todo lo útil que queramos para mil aplicaciones, pero la edad solo es un problema más que añadir a la lista. Cada uno somos diferentes al resto, pero éste detalle parece no importar, parece ser necesario clasificarnos, lo que no tenemos nunca en cuenta es que nos afecta, a nuestra vida diaria, a nuestra actitud ante la vida, lo que nos lleva a pasar crisis, la de los 30, la de los 40... la de los 60... no nos importa lo más mínimo ver a alguien que a sus 80 años se conserva mejor que dos de 50, eso solo es una anécdota.
Nos hemos convencido a nosotros mismos de que es necesario poner una cifra a nuestra estancia, y todavía no lo he llegado a asimilar... una vez cumples 18, ya puedes, legalmente, fumar, beber alcohol, sacarte el carnet y conducir un coche, ir a la cárcel, entrar a discotecas... hasta que dejes de tener edad para hacerlo.
Al cumplir los 18 deberíamos quedarnos ahí. No tiene ningún sentido ni utilidad diferenciar entre tener 52 o 56, 24 o 29, con la fecha de nacimiento ya haremos cuentas si para hacer algún cálculo pudiese ser útil. La edad nos ata, nos preocupa, nos recuerda lo rápida que transcurre la vida.
Deberíamos aprovecharlo, y aprovechar más cada momento, ya que alguien decidió que nuestra condena sería sumar de uno en uno, año a año, sin saber en que punto exacto dejaremos de subir. Estamos ante el único juego en el que jugemos o no, tarde o temprano, acabaremos perdiendo.

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