sábado, 12 de enero de 2013

Pequeño

Escribo estas líneas con la visión, los nervios y la mayoría de los sentidos afectados y la razón no es tan evidente.

Cuando el sueño se olvida de venir a mi me encuentro en mi cama rodeado de una atmósfera idónea: Silencio, oscuridad, lejanía, más silencio, más oscuridad...

La sensación de ser un grano de arena entre la inmensidad. De ser un elemento despreciable y prescindible como tantos otros. De ser irrelevante.

No os podéis hacer idea del horror que es estar en la cama con la única compañía de los latidos de mi corazón y mis pensamientos. El escalofrío que te recorre el cuerpo. La muerte. Y la vuelta a empezar, justo donde lo habíamos dejado, siendo un cero a la izquierda entre la humanidad y la sociedad, no valiendo un duro ni aquí ni allá. Nada.

Si hay algún ente que se alimente de estados de ánimo le agradecería que se pasase por aquí y acabase con mi tortura. Quiero poder respirar aunque sea sólo un rato más.

Ya no es ansiedad, no es algo pasajero, es una tensión traumática e inagotable que está por encima de todo y con la que parece que hay que aprender a vivir.

No quiero ni ayuda ni compasión de nadie, sólo quiero poder dormir.

"La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio." 
Friedrich W. Nietzsche

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