martes, 12 de agosto de 2014

Responsabilidad

A lo mejor soy yo, que soy raro.
Resulta que a día de hoy no me veo capaz de hacerme responsable de una relación, del tipo que sea. Intentaré explicarme: Si en un arrebato de locura y desenfreno se me ocurriese pretender algo así tendría que ser serio, estable... y hasta que la muerte nos separe. Yo no lo concibo de otra manera.

No me gusta andar en círculos, prefiero evitar perder el tiempo y, sobre todo, pese a poder reírme de todas y cada una de las mierdas que nos depara este universo, de momento no he desarrollado la capacidad de jugar con los sentimientos de la gente. Así que... ¿por qué debería forzar una relación que no me parece definitiva desde un primer momento? O mejor todavía... ¿por qué os empeñáis en hacerlo vosotros? No me vengáis con el Carpe Diem ni el Tempus Fugit, coño, la gente sufre por mil y una cosas, pero este mal es invisible y pandémico. ¿A qué coño estáis jugando?

Me da rabia todo esto porque a veces ya no tengo claro si es que "en automático" soy excesivamente responsable y quiero creer que no me atrevo porque me gustaría poder ser un candidato a la altura de mi teórica ocupadora ventricular permanente y ni mi tiempo libre, mi economía ni mis ganas me lo permiten o, sin embargo, es que alguien como yo no soportaría un desengaño. Quizá todo se reduzca a que posiblemente en su día ya me quedé lo suficientemente roto, a que ver el goteo de lágrimas y asco mezclado en partes iguales emulsionó en un prozac que me grabó a sangre y fuego que soy blando, para poder recordarlo cada día del resto de mi vida y tan siquiera plantearme una gilipollez semejante.
Siempre me ha gustado más la versión responsable. Es menos lagrimera y cobarde, pero... el cementerio está lleno de valientes y yo... yo soy demasiado joven.

Lo bueno que tiene esto es que puedo enamorarme y desenamorarme sin rencores tres veces al día, porque en lo platónico está la belleza, no en unos tobillos finos o en unos ojos verdes. Y sobre todo en descubrir desde lejos que ninguno somos lo suficientemente perfectos, ni que quizá no tengamos las aurículas a prueba de balas, ni que ni siquiera merece la pena correr el riesgo para comprobarlo.

"Nosotros escogemos a quién dejamos entrar en nuestro mundo." 
Robin Williams en El indomable Will Hunting

sábado, 11 de enero de 2014

Imagina si no lo hubiese pensado

Cientos de días después, la guerra ha terminado y como en toda batalla que se precie, aquí nadie ha ganado.

Mi cabeza es un lugar caótico, ahora más que nunca, en el que todo gira sin parar tan siquiera un instante, en el que todo se plantea, replantea, formula y se vuelve a reformular. En un exceso más que evidente que desgastaría por completo a cualquiera.

Tal vez deba ser así.

Me han hecho preguntas cuestionables, más o menos respetables y algunas hasta ofensivas, pero de todas me quedo con: ¿Cómo te gustaría verte en el futuro?

Con una seguridad total podría aseverar que soy un romántico de los que ya no quedan. Me veo como un piloto sin coche, un jinete sin caballo, un rey sin reino, un caballero que tiene la seguridad de que no existe ya un honor a su medida, un herrero que no cree en la fuerza del martillo ni en el calor del fuego, que ahora hielan. 

Un pobre idiota que ha perdido toda esperanza de encontrar una ilusión más allá de su cuerpo.
Sin embargo me gustaría verme en la situación asquerosamente empalagosa de levantarme más temprano para preparar un desayuno que llevar a una cama, de no necesitar ningún cumplido porque con esa sonrisa me valga. Esa gilipollez que tanto os prometéis que dure y tan pronto desaparece, una y otra vez repetida hasta el infinito.

No tiene nada que ver como me gustaría, con como crea yo que vaya a verme: Me veo solo, rodeado de individuos, de amigos de Facebook, de seguidores del Twitter que más esté de moda en esa época, con mil y una fotos y demás recuerdos de lo que pudo haber sido y no fue, de reproches y pérdidas parciales y totales de tiempo, de nervios, de esperanza y falta de sueño. Y sueños. Trozos por doquier por todo el suelo, pedazos de pasajes de mi vida que repetiría y no al mismo tiempo por ser lo más parecido a aquello, a la suprema idiotez de haberme atrevido.

Más trágico que mil Titanics, que cuatrocientos cincuenta Hamlets uno detrás de otro, cada uno más amargo que el anterior pero que duele menos, porque ya conoces el final, la solución del acertijo, la hoja del crucigrama del revés de una vida vacía desde un principio.

No me veo sonriendo por nada ni nadie, porque aquél frío se llevó mi Navidad, mi primavera, y las estaciones de cercanías y larga distancia me arrastraron todavía más lejos.

Aquél día el que se hundió en el Océano fui yo porque, al parecer, tampoco había sitio sobre la tabla para los dos.

"It is not in the stars to hold our destiny but in ourselves." 
William Shakespeare