A lo mejor soy yo, que soy raro.
Resulta que a día de hoy no me veo capaz de hacerme responsable de una relación, del tipo que sea. Intentaré explicarme: Si en un arrebato de locura y desenfreno se me ocurriese pretender algo así tendría que ser serio, estable... y hasta que la muerte nos separe. Yo no lo concibo de otra manera.
No me gusta andar en círculos, prefiero evitar perder el tiempo y, sobre todo, pese a poder reírme de todas y cada una de las mierdas que nos depara este universo, de momento no he desarrollado la capacidad de jugar con los sentimientos de la gente. Así que... ¿por qué debería forzar una relación que no me parece definitiva desde un primer momento? O mejor todavía... ¿por qué os empeñáis en hacerlo vosotros? No me vengáis con el Carpe Diem ni el Tempus Fugit, coño, la gente sufre por mil y una cosas, pero este mal es invisible y pandémico. ¿A qué coño estáis jugando?
Me da rabia todo esto porque a veces ya no tengo claro si es que "en automático" soy excesivamente responsable y quiero creer que no me atrevo porque me gustaría poder ser un candidato a la altura de mi teórica ocupadora ventricular permanente y ni mi tiempo libre, mi economía ni mis ganas me lo permiten o, sin embargo, es que alguien como yo no soportaría un desengaño. Quizá todo se reduzca a que posiblemente en su día ya me quedé lo suficientemente roto, a que ver el goteo de lágrimas y asco mezclado en partes iguales emulsionó en un prozac que me grabó a sangre y fuego que soy blando, para poder recordarlo cada día del resto de mi vida y tan siquiera plantearme una gilipollez semejante.
Siempre me ha gustado más la versión responsable. Es menos lagrimera y cobarde, pero... el cementerio está lleno de valientes y yo... yo soy demasiado joven.
Lo bueno que tiene esto es que puedo enamorarme y desenamorarme sin rencores tres veces al día, porque en lo platónico está la belleza, no en unos tobillos finos o en unos ojos verdes. Y sobre todo en descubrir desde lejos que ninguno somos lo suficientemente perfectos, ni que quizá no tengamos las aurículas a prueba de balas, ni que ni siquiera merece la pena correr el riesgo para comprobarlo.
"Nosotros escogemos a quién dejamos entrar en nuestro mundo."
Robin Williams en El indomable Will Hunting
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