Cientos de días después, la guerra ha terminado y como en toda batalla que se precie, aquí nadie ha ganado.
Mi cabeza es un lugar caótico, ahora más que nunca, en el que todo gira sin parar tan siquiera un instante, en el que todo se plantea, replantea, formula y se vuelve a reformular. En un exceso más que evidente que desgastaría por completo a cualquiera.
Tal vez deba ser así.
Me han hecho preguntas cuestionables, más o menos respetables y algunas hasta ofensivas, pero de todas me quedo con: ¿Cómo te gustaría verte en el futuro?
Con una seguridad total podría aseverar que soy un romántico de los que ya no quedan. Me veo como un piloto sin coche, un jinete sin caballo, un rey sin reino, un caballero que tiene la seguridad de que no existe ya un honor a su medida, un herrero que no cree en la fuerza del martillo ni en el calor del fuego, que ahora hielan.
Un pobre idiota que ha perdido toda esperanza de encontrar una ilusión más allá de su cuerpo.
Sin embargo me gustaría verme en la situación asquerosamente empalagosa de levantarme más temprano para preparar un desayuno que llevar a una cama, de no necesitar ningún cumplido porque con esa sonrisa me valga. Esa gilipollez que tanto os prometéis que dure y tan pronto desaparece, una y otra vez repetida hasta el infinito.
No tiene nada que ver como me gustaría, con como crea yo que vaya a verme: Me veo solo, rodeado de individuos, de amigos de Facebook, de seguidores del Twitter que más esté de moda en esa época, con mil y una fotos y demás recuerdos de lo que pudo haber sido y no fue, de reproches y pérdidas parciales y totales de tiempo, de nervios, de esperanza y falta de sueño. Y sueños. Trozos por doquier por todo el suelo, pedazos de pasajes de mi vida que repetiría y no al mismo tiempo por ser lo más parecido a aquello, a la suprema idiotez de haberme atrevido.
Más trágico que mil Titanics, que cuatrocientos cincuenta Hamlets uno detrás de otro, cada uno más amargo que el anterior pero que duele menos, porque ya conoces el final, la solución del acertijo, la hoja del crucigrama del revés de una vida vacía desde un principio.
No me veo sonriendo por nada ni nadie, porque aquél frío se llevó mi Navidad, mi primavera, y las estaciones de cercanías y larga distancia me arrastraron todavía más lejos.
Aquél día el que se hundió en el Océano fui yo porque, al parecer, tampoco había sitio sobre la tabla para los dos.
"It is not in the stars to hold our destiny but in ourselves."
William Shakespeare
No hay comentarios:
Publicar un comentario